sábado, 10 de diciembre de 2016

Oenothera

Esta resultó una de las sorpresas más increíbles de este jardín nativo.

En el otoño, cuando fuimos con Ana a Luján a buscar plantas, cuando volvíamos vimos a un costado del camino de tierra una flor amarilla re-linda.
Paramos el auto, nos bajamos con pala, y nos trajimos dos ejemplares.

Como traíamos montones de carquejas, carquejillas, chilcas y eupatoriums, las dos oenotheras quedaron tiradas por ahí.
Pasaron los días, parecía que se habían secado, pero les di una oportunidad y las podé bien bajitas.

Cuando inventamos el cantero del fondo, fuera de diseño, pero como decía Chalo, para cortar tanto cemento, ahí puse todo lo de categoría "casi yuyo". Y entre chilcas y eupatoriums, parece que fueron a parar las dos oenotheras.

Yo no me acordaba, pero ahora, no puedo dejar de admirarlas cada tardecita, cuando se abren.
No sé cómo será la cosa... Nosotras las vimos en flor a pleno día, en otoño. Acá, en cambio, de día están cerradas. Pero cuando baja el sol..., se ven magníficas!!!
Y hasta tienen rico perfume!!!
Pensar que ni siquiera las riego!! Ese sector, se autogestiona. Hace mucho calor, no está lloviendo, y no me alcanza el día para regar todo. Así que opté por dejar ese sector a la buena de Dios... 
Y le va muy bien!!
 Oenotheras, muy recomendables!!!
Zapallos y zapallitos

En el diseño original, al fondo del jardín iba un invernáculo. En su momento la idea me había parecido maravillosa, me podía imaginar todo el día ahí preparando plantines.
Pero a medida que la obra avanzaba, y el jardín también, nos fue pareciendo que era mucho. No cabía. Y taparía la pared del fondo que había quedado buenísima.

Por el momento, entonces, quedaba un espacio en blanco, espacio a resolver.
Y a mí, un espacio de tierra en blanco no me resulta. La tierra me llama siempre a trabajar.

Por eso, y hasta tanto resolvamos qué hacer en ese espacio, además sabiendo que venía el verano, se me ocurrió dedicarlo a mini-chacrita.
Es así como planté zapallitos, calabazas y zapallos grandes. 
También iba a plantar melones, pero justo pasó Ana de visita y me comentó que se me iban a cruzar las polinizaciones, y que me iban a salir zapallos con gusto a melón, o melones con sabor a zapallo.

Así que opté nomás por los zapallos.
Planté 2 ó 3 hileras de cada variedad, con espacio generoso entre las plantas.
La tierra estaba pelada y se veía una tarea bien fácil.

Lo que no calculé fue que en pocos días, lo que iba a proliferar no eran mis hortalizas sino los yuyos! Tremenda cantidad!!!

Tuve que llamar a la santa paciencia y empezar a desyuyar. Y al desyuyar, encontrar algo para tapar la tierra tratando de que no vuelvan a salir esas malezas.
 
Por ahí justo Euge me había ofrecido unos adoquines lindísimos que le habían sobrado de una obra. Excelente oferta, pero ¿cómo traer los adoquines hasta casa?

Conseguí cero voluntarios. Así que, opté por el cirujeo hormiga: baúl del auto, cargar unos cuantos, y en casa descargarlos y llevarlos al fondo con el changuito de las compras.
Agotador. Por eso, no puse más. Al menos por el momento. Ganas de completar los caminitos no me faltan...

Todo esto, cuestión que se ve así:
A la izquierda se ve mi chacrita con los zapallos que empiezan a asomar.
A la derecha, en cambio, la selva de yuyos que crece desmedidamente.

Lo que voy haciendo es arrancar el yuyerío, triturarlo un poco, y mandarlo al compost:
Me ayudo con unos canastitos. En dos pongo los yuyos gordos, y en un tercero pongo las espigas con semillas. Porque esas no van al compost, si no, no terminamos más!

Y acá ya más prolijito...