sábado, 8 de abril de 2017

Error-error-ensayo

Venía considerando esta experiencia como un modelo de ensayo y error. Y últimamente, en cambio, lo siento más bien una historia de error-error-ensayo.
Como el de hoy, por ejemplo.

Uno de los canteros del techo, el de arbustos altos, se autogestionó como pudo. Pasó el verano sin que nadie lo cuidara, ni regara. Y llegó al otoño en un estado totalmente salvaje.

En las fotos que sacaron el otro día se veía muy lindo. Pero de cerca, se trata de un gran caos.

Lo que fue pasando es que al no seguir su evolución de cerca y dejarlo a la buena de Dios, el cantero perdió su norte.
Los arbustos altos crecieron mucho, y ya después de la visita de Gabriel había sacado los leñosos. Y ahora tuve que empezar a sacar también los solidagos, que son muy lindos, no son tan leñosos, pero van copando toda la superficie, avanzando incluso sobre la parte de piedritas.

Y casi igual o más grave todavía, ciertos pastos no identificados fueron adquiriendo dimensiones preocupantes.

En suma, se veía feo, así que me puse manos a la obra, y entré a arrancar plantas. 

Primera gran dificultad, la redecilla de plástico cuadriculada que nos habían puesto junto con la fibra de coco.
Puf!! qué garrón!! Si hoy empezara, no pondría ni la una ni la otra. En el trabajo de mantenimiento que vengo haciendo en este techo, creo que es más lo que me complica que lo que ayuda. 

Así que con gran esfuerzo físico y laburo chino, me puse a sacar plantas. Y pasó algo muy curioso: las plantas que me costaba sacar, que me hacían rabiar, duras, superenredadas en las fibras esas tan antipáticas, eran las plantas que iban derecho al compost.
En cambio, en medio de esas marañas salían solitas, sin el mínimo esfuerzo, los eupatoriums tan lindos, etéreos y siempre llenos de abejitas y mariposas, y algunas gramíneas pequeñas, muy lindas, totalmente indicadas para la función de cubrir el techo.

Por un lado iba haciendo la pila de las plantas que no iban, y por otro, iba guardando las que sí iban. Si esas variedades ya me gustaban antes, hoy las amé.

Cuando iba limpiando ya como la mitad del cantero, me acordé de los sabios consejos de Sofía, de RPG: "No te cuelgues 3 horas seguidas paleando un cantero. Paleás un rato, descansás, intercalás con un rato de poda, y así vas variando y cuidás tu cuerpo".
Genia Sofi. Terca yo. Seguí un poquito más de lo prudente, pero al fin la cordura me llamó y ahí paré. Lástima, porque sólo alcancé a hacer la mitad del trabajo.

Sacado todo lo pesado, replanté las variedades livianas, los eupatoriums originales y los nuevos que habían salido, más otras especies que habían aparecido espontáneamente.

Después, sembré festuca enana y trébol rojo. No son nativas pero las planté igual porque a esta altura me queda clara la imperiosa necesidad de un cubresuelos. O ponés un cubresuelos o el suelo se cubre solo con lo que puede. Y las tripogandras, comelinas y salvias procurrens no alcanzan a cubrir todo.

Por eso, nativo o no, el cubresuelos es fundamental. Y elegí por un lado trébol rojo, porque apareció espontáneamente en MeMo, y por otro festuca porque es importante la combinación de leguminosas (en este caso el trébol, que aporta nitrógeno al suelo) con alguna gramínea.

Y ahí estaba, terminando mi tarea y empezando a regar (porque la lluvia anunciada se borró), cuando se me prendió la lamparita. Y esto es un clásico error-error-ensayo.
Resulta que hace tiempo que vengo sabiendo que tenía que sacar plantas flotantes del estanque. Porque las plantas tienen que cubrir sólo un 75 % de la superficie, y el estanque venía cubierto al 100 %. 
Cuestión que pensaba sacar plantas y mandarlas al compost. Buena idea, que suponía bajar tachos del techo hasta el jardín. Tachos con plantas mojadas, con todo el peso que eso supone.

Acá el invento: cubrí lo limpiado y sembrado con la limpieza del estanque:
Visto más de cerca:
De esa forma, la superficie antes totalmente cubierta de plantas
empieza a tener unos claros
Error-error-ensayo.
Veremos qué resulta...



 


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