miércoles, 13 de abril de 2016

Reflexionando un poco...

Semanas lluviosas, poco para hacer en el jardín más que esperar que todo siga creciendo.

Tiempo entonces propicio para un poco de reflexión.

Cuando cuento del proyecto, cuando lo visitamos con familiares, amigos y allegados, es invariable la expresión casi de espanto en la mirada. Sin decir mucho, todos esos ojos expresan tanto.

"¿Y no vas a tener humedad en los techos?"
Probablemente sí.

"Esa planta es horrible. Esa no la vas a poner."
A mí también esa planta me parecía fea y abichada, pero la descubrí, la conocí, y ahora la quiero, y la quiero para mi jardín.

Otros optan por el silencio prudente, con un "qué bárbaro!" de compromiso. Donde el "bárbaro" probablemente exprese lo que están sintiendo: un disparate, una locura, un derroche de recursos, un capricho adolescente.

Soy consciente de todo esto, e incluso comparto muchas de las inquietudes.
Entonces, ¿por qué lo hago?

Siempre me preocupó el cuidado de los recursos. Cuando estaba en la facultad, en la década del 70, empezaba el tema de la ecología y me atraía un montón. Intuía que el futuro seguramente iba a ir en esa dirección.

Esa inquietud la fui cultivando en muy pequeña escala, en el ámbito doméstico. Primero con casi vergüenza por tener comportamientos atípicos. Pero de a poco, la vergüenza se fue cansando de estar escondida. Es así como, cualquiera que toma mate en casa, abre el freezer con toda naturalidad, porque sabe que la yerba va para las lombrices.

Hoy, cada vez que subo al techo de MeMo y veo las miles de tejas de los techos de la zona, algo me impacta. Es como si tomara conciencia concreta del calentamiento global. Es una sensación ineludible, que me pega fuerte.

¿Qué pasaría si todo ese mar rojizo se convirtiera de repente en verde? ¡Ah!, ¡qué alivio!, ¡qué frescura!

Me viene a la memoria un dibujito que vi una vez de algún arquitecto famoso. Podría ser Mies van der Rohe, pero no estoy segura.
En ese dibujo, hipersimple, este arquitecto demostraba cómo, un espacio verde devolvía al ambiente el verde que la construcción le sustraía.
Hacía un rectágulo verde, representando un terreno.
Aparecía una construcción, entonces sobre el terreno se elevaba un cubo, representando algo construído.
Si el techo de esa construcción era de tejas, chapa, baldosas, le habíamos quitado un montón de metros cuadrados de verde al ambiente.
Pero si el techo era verde, devolvíamos al ambiente lo que la construcción le había sacado.

Seguramente con MeMo incurramos en montones de errores.
Seguramente esos errores sean caros. Los recursos son limitados y de uso alternativo.
Lo sé.

Si permanezco en el proyecto es porque tengo no sólo la esperanza sino la convicción de que estamos haciendo un aporte importante al bien común.
En el futuro habrá mejores soluciones. Obviamente.
Pero la única forma de alcanzar esas soluciones, es ensayando alternativas hoy, que serán los antecedentes de las mejores respuestas de mañana.

Con nuestros errores vamos a aprender mucho. Y la buena noticia es todas las posibilidades que surgirán mañana a partir de esos errores.

Esto es un poco lo que me entusiasma de nuestro proyecto. Todo lo que, aún con sus imperfecciones, tiene y tendrá para dar.
Que así sea.


2 comentarios:

  1. memo , cuanta valentia hay en ese proyecto! reconoser las plantas locales , devolverles su derecho de existir y ademas cuidarlas... estoy segura que nos sorprenderan con la belleza y bondad de sus propiedades. Si hay flores de Bach, de California, etc que usamos para equilibrar nuestra salud, por que no darle una chance a las autoctonas de San Isidro? despierta mi curiosidad tu jardin!

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  2. memo , cuanta valentia hay en ese proyecto! reconoser las plantas locales , devolverles su derecho de existir y ademas cuidarlas... estoy segura que nos sorprenderan con la belleza y bondad de sus propiedades. Si hay flores de Bach, de California, etc que usamos para equilibrar nuestra salud, por que no darle una chance a las autoctonas de San Isidro? despierta mi curiosidad tu jardin!

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